Cuando cursaba la enseñanza básica, aún en dictadura, las mañanas de los domingos eran ocupadas por dos actividades familiares: la misa dominical y el desfile escolar. En el desfile participaban escuelas públicas, subvencionadas y privadas.
No sé porqué se institucionalizó la espantosa costumbre de marchar como si fuéramos tropas militares infantiles, pero ambas actividades eran una tortura.
En aquella época lucíamos con orgullo nuestras insignias con letra y un número, no sé si hoy pasa lo mismo.
Sólo sé que hoy se sigue desfilando (no confundir con marchar).